ENTRE EL OCASO Y LA REBELDÍA

Parece ser algo incongruente; que no se congenia. Sin embargo, no es tan así. Y aunque lo fuere, la coexistencia puede ser una cuestión opinable; con algo de tozudez; o, quizás, mero espíritu de supervivencia.

Hace tiempo ya que las circunstancias se empeñan en marcar el camino del retiro. Es hora, además, de pensar más seriamente en eso que en cualquier otra cosa: los años, que ¡vaya sino no vienen solos!; el micro clima de la ciudad y de su periodismo (ambos se niegan a aceptar ciertos “derechos”, consagrados vaya a saber porqué o por quiénes, pero negados a ultranza en la práctica); la negativa constante en las respuestas que se reciben; el tener que ir, aunque se intente lo contrario, siempre “en contra de la corriente”; el desgaste que implica estar, inexorablemente, en “la vereda de enfrente”; y tantísimas mas razones, que afloran, a poco que uno se empeñe en seguir la enumeración.

Decir, ¡basta!, es el pensamiento que asoma con mayor frecuencia, frente al hartazgo que produce la realidad de cada jornada.

Pero hay amaneceres (hasta que los no haya), tras cada noche, como si la oscuridad más cerrada, como lo es, marcara la luz de cada nuevo día por nacer. Entonces, la rutina, la de siempre, que obliga, casi, a renovar la esperanza.

Pero también, la reiteración de los hechos comunes: los que marcan el desaliento, pero también la necesidad de enfrentarlos, aunque se repitan, día tras día.

Están la calle y sus desaires; la burocracia, fría como la letra de los reglamentos y las leyes incumplidas; el desprecio; la agresión; la inconducta callejera, que agravia a la vida en paz; las promesas vanas, formuladas por quienes no las van a cumplir; el peso, cada vez mayor, que supone cargar con la mochila invariable del desinterés, la indiferencia, el qué me importa; cuando no la desfachatez; la hipocresía; y la prepotencia ejercida sutilmente o aquella que se hace notar a cada paso.

Seguir sumando sería fácil: es todo casi igual, aunque se pretenda enmascararlo de una y mil formas.

Entonces, sí, la contracara, casi obligada, que hace surgir la rebeldía; impropia; fuera de tiempo; a despecho de los años que se tienen, demasiados como para reemprender la lucha.

Hace pocas horas, casi entrada la madrugada, nos sorprendió una “picada”, de esas que están sólo a un paso de provocar un accidente (¿por qué no una desgracia mayor?). Y fue en un lugar que, a esta altura, “debiera”, cuanto menos, ser objetivo de algún tipo de control. No lo hay. Cuando llegue, será producto de algún infortunio; y será, como suele ocurrir, demasiado tarde para lágrimas. “Bahía conduce”, pero no se sabe a qué. Pero los agentes del CUIM (demasiado título para aquello que no lo es), infracciona, cómodamente, en aquello que no implica peligro alguno, en pleno centro, cuando a metros las motos hacen estragos a velocidades impropias. Bajo ningún título, ese cuerpo sirvió para algo positivo. ¡Siempre!, todo lo contrario.

Se sabe de una encuesta. Revela resultados lógicos, para aquello que es la ciudad, que se resiste a los cambios. Porque es la Bahía del conformismo; la que pide un nuevo aeropuerto, aunque casi nadie lo use. Y entonces lo tiene; mal, pero está, para una escala sin vuelos. No es una ironía; es la palpable realidad.

Antes, no se sabe de qué (porque siempre sobrevendrá algo peor), se anuncia, porque algo había que decir, un plan de pavimento “solidario”, pero de pago compulsivo, de aquí al ¡2028!. ¿Se acuerda?. Apenas pasó un mes… y pareciera (nunca se sabe) que fue sólo un pensamiento en voz alta, que se diluyó con el paso de las horas.

Llovió… y como por arte de magia, se sintió algo así como un alivio. Porque, en una de esas, “se pasa el verano”, sin tanta angustia por la falta del líquido elemento. Pero lo fundamental, la solución, parece alejarse cada vez más. ¿El acueducto?, desde el Colorado, ¡bien gracias!. A esta altura, siguiendo la cronología de anuncio tras anuncio, podría suponerse que tendría que ser obra licitada. ¿Adjudicada tal vez?. ¡Nones!, ¿u olvidó que los Reyes Magos son los padres?.

Pero no todo es como para ensañarse con las promesas locales incumplidas o cosas por el estilo. Más en el plano nacional, la desvergüenza volvió a manifestarse en el Congreso. Donde, se supone, están los “representantes del pueblo”. ¿Quién es el pueblo?. Eso sí, la diputada, bien podría ir a “Bailando” para enfrentar a la Mole Moli. ¡Mamarracho!, todo. No sólo lo que ella hizo, aunque pidiera perdón. ¿A quiénes?.

Y como eso, tantas otras cosas.

“Porque no se encuentran "soldados" de tu talla en la profesión que, muchos "chicos", lastimosamente están desvirtuando”, nos reconviene el amigo, periodista de siempre como uno, diciéndonos, buenamente, que no bajemos los brazos.

Sólo por eso, quizás -y porque algunos, también jóvenes y también periodistas, alimentan la esperanza de un mañana mejor- se nos ocurre pensar en que puede haber otro amanecer.

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